¿Quién pulsa el freno si tú ya no estás?
Al principio, los trenes solían operar con dos personas en cabina:
El maquinista, que conducía el tren.
Y el fogonero o ayudante, que alimentaba la caldera en los trenes de vapor.
Si el maquinista se desmayaba o sufría algún problema, el otro podía tomar el control o, al menos, avisar.
Y entonces llegaron las locomotoras diésel. Y ya no hacía falta un fogonero.La tripulación se redujo a una sola persona.
Y con ese cambio… llegó un nuevo problema.
Uno gordo.
¿Qué ocurría con el tren si al maquinista le daba un infarto? ¿Quién detendría el tren?
Pero, como siempre que hay un gran problema, encontramos una gran solución.En esos trenes se instalaba un pedal que debía mantenerse presionado constantemente.
Si el maquinista lo soltaba, el tren se detenía.
Lo llamaron EL MECANISMO DEL HOMBRE MUERTO.
Un sistema que no actúa cuando haces algo, sino cuando dejas de hacerlo.
Que interpreta la “no señal” como una alarma.
¿Cómo sería un mecanismo del hombre muerto en las relaciones? ¿Y en las organizaciones?
¿Cuántas personas hay a nuestro alrededor que han soltado su pedal y no nos hemos dado cuenta?
¿No deberíamos preocuparnos cuando un amigo hace tiempo que no nos escribe?
¿Cuándo no sabemos de alguien del equipo?
¿Cuándo una persona deja de venir a los encuentros?
Si examino mi entorno, probablemente tengo a alguien así cerca.
Alguien que no hace ruido. Que no escribe. Que no molesta.
Creo que voy a escribir algunos mensajes de “ping”. Solo para saber si al otro lado todo está bien.
A veces, eso basta para que el tren no descarrile.
Nos leemos.